Nada impidió para que Luz María Arévalo Ortiz llegara a las comunidades en sus primeros pasos como promotora infantil. Hoy, luego de 18 años de servicio retrocede el tiempo y dice que a pesar de las dificultades que tuvo que atravesar nunca desistió de la idea.
Luz María formó su hogar a los 17 años con Edison Carrillo y tienen tres hijos: Hernán, Daniela y Belén. Fue una de las primeras educadoras infantiles en el cantón con el proyecto MUSODE. Su pasión por los niños nació junto a su esposo y su sueño era ser profesora, lo que al parecer la vida de entregó.
En la primera semana de trabajo salió a una comunidad junto a su niña. Previamente les habían provisto de botas de caucho, ropa y material para apoyar al grupo de recién nacidos hasta los cinco años.
Recuerda que su niña cuando caminaba cayó en un pequeño poso de agua, pero eso no le impidió seguir en su tarea. La desconfianza de los pobladores había que vencer y fue así que paulatinamente ganó el cariño de los representantes de los pequeños y pudo salir adelante. No faltaron los malestares estomacales, los miedos ante el peligro de asaltos en el camino cuando debía caminar largos tramos, en fin todo podría ocurrir, pero gracias a Dios nada pasó.
En su época, Mercedes Tixi le impulsó a prepararse académicamente, pero con el tiempo se graduó como educadora en el Instituto Quilloac.
Su esposo ha sido el apoyo para superar dificultades. Aprendió a madrugar, para alcanzar a completar otras tareas que están en hogar, el trabajo y su familia.
Ama el deporte. Junto a sus hijos siempre participan en las competencias atléticas, lo que le ha fortalecido en el bienestar personal porque, para Luz María, una mujer tiene que sentirse bien y saludable. Ahora su labor de educadora infantil lo lleva con niños del centro del cantón Biblián, con quienes comparte enseñanzas y valores en cada familia.
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